Nada nuevo en la Cumbre de las Américas. Como desde el 2005 en Mar del Plata, no hubo consenso en un cónclave que el norte no pudo controlar, y que está condenado a la extinción por causa de los caminos distintos de las dos Américas.
Por una parte palidece la vetusta política de dominación de los Estados Unidos, secundada por la derecha canadiense, y por otro avanza Latinoamérica en la integración, a pesar de las lógicas diferencias, en un paso que busca la solvencia económica y no la dependencia de los agujeros negros del capitalismo salvaje y neoliberal, salvo algunas excepciones.
Crece el aislamiento de los Estados Unidos que no tiene muchas opciones hacia donde mirar, pues el camino hacia el sur basado en la expoliación de sus riquezas se está cerrando, y lógicamente sucede ante la impostergable necesidad de proteger los intereses nacionales, ante la acelerada caída de las grandes economías en una prolongada recesión que no llega a su fin.
Complicado el juego de ajedrez para la superpotencia que cada vez le es más difícil escapar de la economía de las deudas, e insertarse en la producción de bienes y servicios, pues queda poco tiempo para que Estados Unidos aprenda a producir cuando antes ya había aprendido a robar.
Lo cierto es que de cara a las próximas elecciones el actual presidente no tiene muchos logros que mostrar en materia de superación de la crisis, ni en la exportación a su antiguo traspatio, ni en políticas inteligentes hacia naciones con economías emergentes como Brasil, sexta en el mundo, sin contar las potencialidades que se ha perdido al no encaminar la normalización de las relaciones con Cuba.
Su contraparte republicana dirá todos estos fracasos en su campaña, eso nadie lo dude, pero tampoco ofrecerá muchas opciones ante los desafíos de un imperio, que mostró en la Cumbre de Cartagena de Indias, que se encuentra en la sima política del continente.
Habría que esperar de qué forma se manifestará esta vez la Doctrina Monroe de “América para los Norte-Americanos”, aunque es de esperar otra oleada de manipulación mediática, y la subversión interna a través de Guerras Sucias y Golpes de Estado, pues desafortunadamente Estados Unidos no conoce otros modos de reacción, cuando las cosas se le van de las manos.
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